Thursday, March 3, 2016

El arte de vestir las mentes


Era un viernes y ya habían transcurrido dos años del comienzo de la Segunda Guerra Mundial cuando Carmel Snow suspiraba mientras sus ojos seguían las palabras impresas en la primera página de The New York Times donde se leía que Estados Unidos le declaraba la guerra Alemania, por un segundo el único sonido que se emitía en su apartamento era el de las gotas de agua que caía en el lavabo de su cocina, desconcertada su primer pensamiento fue que veintitres años no habían sido suficiente para la humanidad, las heridas aún no habían sanado por completo y nuevamente se encontraban en una guerra.

Como todos los días Carmel llegó a su oficina en la calle 57 alrededor de las ocho, donde se encontraban Diana Vreeland, Alexey Brodovitch y su fotógrafo favorito Martin Munkácsi, quienes como ella se sentían abrumados con la noticia. Mientras Alexey le presentaba los últimos detalles de la portada del mes a Carmel, se podía escuchar el temblar de las manos Munkácsi mientras sujetaba su cámara, cuyo en su mente pensaba en los días que fotografió a el ejército alemán y del otro lado del salón los ojos de Diana delataban su inquietud. Muchos pensamientos rondaban por la mente de Snow, no podía concentrarse, sus manos tan frías como el invierno de Irlanda y con la respiración muy acelerada, se afirmó a sí misma que la moda nunca desfallecería, no abandonaría el trabajo por el cual se había esforzado tanto, su vida y pasión.
Si fuese necesario dejaría sus medias de nylon para que fueran usadas como insumo por las fuerzas armadas, pero aún sin medias no dejaría de estar a la moda ni mucho menos dejaría sola a toda aquella lectora que dependían de Harper’s Bazaar.

Mientras con ansiedad revisaba todos sus memos y anotaciones que tenía sobre su escritorio exclamó sin titubear a su equipo, si no podemos vestirnos bien tendremos que vestir bien nuestras mentes, en ese momento supo que nada sería como antes, pero lo que no pudo anticipar fue que sus publicaciones quedarían como legado del tiempo más oscuro de la humanidad.

Hizo una pequeña reunión en la que exclamó con voz temblorosa que el contenido de las siguientes publicaciones no podía ser únicamente banal pero sin dejar de tener contenido de moda, no debía ser insensible con lo que les está ocurriendo a los esposos y hermanos de nuestras lectoras, pero no permitamos que Harper’s se convierta en otra publicación deprimente. Carmel sentía que era una gran responsabilidad pero estaba segura que era un desafío que su equipo podía llevar acabo.

El reto al que se enfrentaba era la aproximación de una escasez de indumentaria y de modistos, la moda tendría ocaciones de uso mínimas, pero no existiría una restricción que pararía el rumbo que desde hace dos décadas había comenzado en la publicación.
La ilusión se viviría a través del papel y Snow quería ser responsable de entregarles un poco de felicidad a las mujeres, a través de cada edición se manifestaba que el trabajo de este equipo no se enfocaba únicamente de producir imágenes atractivas con mujeres hermosas, se transmitía un mensaje, una atmósfera, cultura y hechos de la manera más agradable e innovadora posible.


Brodovitch tuvo un papel muy importante durante los siguientes cuatro años, el arte en las portadas tenía que seguir siendo atractivo pero con énfasis en la guerra y aunque la rivalidad entre Alexey Brodovitch y Alexander Liberman de Vogue era evidente Alexey nunca dudó de sus habilidades, comenzaba a sentir que realmente su trabajo estaba teniendo una trascendencia y un impacto en la sociedad y no permitía que las mujeres se deprimieran nuevamente.

El ambiente de la sociedad era tan impredecible que cada vez que salía una nueva edición, Snow no hacía nada más que caminar por las calles de Nueva York y ver como las mujeres se acercaban a los puestos de períodicos y veían la nueva Harper’s Bazaar, nerviosamente pensaba si les había gustado, si les parecía irrespetuoso o elegante.

Al día siguiente llegaba a la oficina y resumía con su equipo todo lo que había observado y proponía nuevas ideas para la siguiente edición, su visión era muy clara, la revista había llegado a un estatus tan alto que no volvería a tener si cometía un error o dejaba que la guerra la oprimiera.

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